miércoles, 15 de octubre de 2008

La nueva aparición de la carrilla divina (nunca se acaba, es como la cosecha de mujeres)

Martes, un día que espero y que disfruto mucho en función de que una bola de amigos, conocidos y anexos nos juntamos a disfrutar de una cascarita futbolera, que se pone bastante sabrosa y donde han ocurrido hazañas sin cuento.

Este martes pasado tomé mi bici, salí de casa y me fui a la cancha, que no está precisamente cerca de mi hogar. Durante el camino dudaba si volver a casa, por ciertas nubes que pintaban el cielo nocturno, pero me valió madre y seguí.

Total, que en cuanto pisé la cancha, empezaron a caer unas gotas, cosa que no nos impidió empezar el juego. Lo que de plano si nos hizo correr fue que el cabrón malnacido de allá arriba le abrió la compuerta al agua, ¡y madres!

Menos de un minuto para malsubir la bici al carro de un amigo, y con eso quedé como si me hubiera tirado a la alberca con tooyropa.

Menos coraje me da el mojarme, que el no haber podido jugar.

Lo bueno de todo esto, es que si bien diosito se lleva pesado conmigo, también se acopla. Con la lluvia parece que ora si empezará a hacer frío y mi alma se llenará de desconocidos goces.

1 comentario:

Cabrón Insensible dijo...

Jaja se la hubieran aventado así a lo guerrero.

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Estoy loco, soy loco. Pero soy funcional, la máscara funciona.