lunes, 10 de agosto de 2009

Tamaños Gritos.

Reinaldo llegó echando brava a la cantina, empezó a gritar exigiendo bebidas e insultando con la mirada y las maneras al resto de los parroquianos. La gente no le hacía caso de nada, seguían todos serenos, como mezquites en pesada noche de verano, por lo que Reinaldo redobló injurias y actitudes pendencieras.

Siguieron calmados.

Desesperado, Reinaldo echó su tequila en la cara de un mozo que pasaba, acompañando esa acción con retos a los presentes, pero todos continuaron imperturbables, con una calma muy lacia. Reinaldo, con los ojos muy abiertos, sacó una pistola, encañonó al mesero, echó de improperios y disparó, el mesero se fue caminando como si nada, sin soltar ni un chorro de sangre o ya de perdida un grito. El resto de los comensales siguió con esa calma del terreno al que de tan seco, le van a prender fuego.

Reinaldo se lanzó hacia el cantinero, pero en eso se sintió aferrado por muchos brazos, muy blandos y muy fríos pero muy fuertes. Quiso dispararles, pero nomás no les dio, o si les dio, no les hizo nada. Mientras lentamente desmembraban y destazaban a Reinaldo, los parroquianos permanecieron serenos, sin que se les torciera la cara o los ojos, y eso que Reinaldo tenía tamaños gritos…

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Estoy loco, soy loco. Pero soy funcional, la máscara funciona.