Uno de los primeros cassetes (si, leen bien, yo tuve ese aparato antediluviano, y me procuraba no pocos goces musicales) que tuve de rock en verdad fuerte, fue The Great Southern Trendkill, de Pantera. No mamen, me pongo a pensar: mi primer disco de Pantera, el que escuché así a solas como se debe antes que todos, fue el más atascado, el más cargado de oscuridad, más denso. Porque incluso ahora, entre los álbumes de Pantera, ése me sigue pareciendo el mayormente cargado de vibra insana, de cosa fea, en fin. Todo lo anterior es un pequeño aracle “la presencia de Dimebag Darrell en mi vida”, que introduce a mi comentario de hoy, dedicado al cabronsísimo guitarrista que fuera Dimebag.
Para mí la gran genialidad de Darrell fue haber consolidado un estilo que en igual medida tomaba elementos de los orígenes no sólo del heavy metal, sino del rock en general: country y blues; con otros tendientes hacia un metal muy pesado, denso, rudo, violento, etc y todas las anexas. Así, el estilo marcaba diferencia tanto con un estilo como con otro, y en general despuntaba dentro de la música pesada y metalera. Pantera podía convocar a cualquier persona que gustara del género en cualquiera de sus vertientes, incluyendo a algunas de deathmetaleros (por ahí existe un tributo).
Dimebag fue la clave sobre la cual se instauró uno de los mejores y más duros power trios de la historia, y su estilo, talento desbordado, forma de vida (y aún de muerte, sobre el escenario y haciendo lo que más gozaba), lo aclaman como un referente obligado en el rock en general, y en el metal en particular.
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