1 de 4 y triunfo merengue en el empate.
El Barcelona jugó tranquilo, un tanto a medio gas. Mourinho sabe copar y trabar el juego catalán y su impronta descendiente de esa naranja mecánica, de un fútbol total. Se puede considerar un triunfo: mientras las oleadas azulgranas se estrellaban en la represa de un medio campo blanco firmemente anclado, los latigazos merengues parecían causar mayor daño. Así fue la tónica de un primer tiempo trabado y con oportunidades más claras para Real Madrid, a pesar de un dominio lento de Barcelona..
Segundo tiempo, y el engaño parece caer. De pronto Barcelona da un latigazo y Albiol comete penalti con respectiva tarjeta roja sobre Villa, que convierte con seguridad y eficacia Messi. Así como cae el gol, el Barcelona se solaza en el toque y el movimiento, en dinamismo redondo. Pero deciden bajar los decibeles del concierto, y el talentoso Ozil ingresa a tomar el mando por los blancos, su gran calidad pone mayores condiciones blancas, lo que aunado al ritmo descendente azulgrana acerca el balón a la meta catalana en varias ocasiones, algunas falladas lastimosamente por Adebayor y Pepe. Finalmente en un desborde de Marcelo, Dani Alves lo forcejea y ante su caída, el árbitro marca penalti, cobrado con maestría y mamonería por Cristiano Ronaldo. La afición merengue del bar donde estoy festeja como si fuera un triunfo y a mí no me queda más que irme a la pary, con un regusto amargo.
2 de 4 y otro empate que se rompe en el alargue, de nuevo victoria madridista.La final de la Copa del Rey en Mestalla ofrece algunas variantes: la ausencia de Puyol por Barcelona y la presencia de un tercer medio de contención merengue, en la forma del fuerte y agresivo Pepe, que neutraliza la creación y el futbol total catalán. Hay una tónica similar a la del juego de liga, que parece dar razón a Mourinho en su disposición de cerrar el campo, aunada a los contrataques que generan cierto peligro. A pesar de ello en ratos Ozil y Di María, los creativos blancos, parecen secarse ante la marca barcelonista.Villa y Messi no están finos, tienen llegada pero no pegada. Mourinho saca su as bajo la manga y presiona la salida, adelantando líneas y cerrando aún más el campo. Eso provoca los mejores momentos madridistas en toda la serie. El juego se alarga y se tensa, favorable al antipático entrenador portugués, que no sabe de otra para vencer al Barcelona. Pedro anota y lo anulan, airadamente reclamado pero al parecer justamente anulado. Se acaba el tiempo regular y en los extras vemos un poco más de ambos cuadros, y la falla en la señal televisiva del bar en el que estoy me priva de mirar el gol de Cristiano Ronaldo que le otorgó la Copa a Real Madrid, eventualmente derramada por Sergio Ramos y destrozada por el camión durante los festejos. Humillación grande para Ramos, pero aún mayor para Barcelona, derrotado e incapaz de marcar ante Casillas, que se hizo grande ante varios disparos y confirmó su clase mundial.
3 de 4 y la caída del muro blanco.
Juego de ida de semifinales de la Champions en el Santiago Bernabeu. Madrid llega con la moral alta y su entrenador sigue su táctica de enlodar el desarrollo de la telenovela, a base de ironías y teatralidades. Pep Guardiola mordió el anzuelo y cayó en los dimes y diretes, que calentaron de sobremanera el entorno del juego. Juego aún más tenso y denso que los anteriores. Barcelona se afana en su estilo de juego y algunas descoordinaciones en el medio campo blanco, que contaba nuevamente con Pepe como destructor insignia, causan peligro. Villa está un poco más embalado pero sencillamente no acaba de cuajar y es notoria la ausencia en ataque de Iniesta, así como en defensa la presencia, seguridad y aplomo de Puyol, que sigue manteniendo de hijo a un Cristiano Ronaldo ansioso y desbordado por el entorno y el estilo rácano de su entrenador. Golpes y más golpes de ambos cuadros, juego físico y endurecido, la escenografìa es completamente favorable al plan de juego de Mourinho. Al inicio del descanso se desata una trifulca y Pinto, arquero suplente de Barcelona se va expulsado.
En el segundo tiempo observamos una variante, otra vez Madrid sube sus líneas y presiona la salida y el toque de Barcelona, quien falto de recursos, nervioso y un tanto fastidiado, empieza a desconcentrarse y comprometer y perder balones. Ozil, otra vez secado por el medio campo azulgrana, cede su lugar a Adebayor en búsqueda de mayor potencia física, y justo cuando la situación parece favorecer al muro blanco, su cabeza de hacha cae. Pepe es expulsado por una entrada alta y con los tacos por delante sobre Alves. Se puede considerar rigorista pero en mi percepción Pepe empuja la pierna con mayor fuerza una vez realizado el contacto, y su fama de bruto irrespetuoso lo precede y lo empuja a las regaderas. En un juego de astucia contra astucia, mientras Madrid pone las patadas, Pep dispone las caídas dramáticas y por fin consigue su cometido. Mourinho abandona el campo también expulsado por ironizar sobre la situación al árbritro, y el teatro blanco parece caer. En Barcelona ingresa Afellay por Pedro, golpeado cruenta e inadvertidamente por Marcelo, quien se desgastó mucho y resintió el desborde del recién ingresado hacia la banda derecha. Centro oportuno, remate de Messi y el candado merengue estaba abierto. Gol gritado desde el fondo del coraje y con sabor a triunfo definitivo. Un hombre menos y un gol menos para Madrid, y la confianza azulgrana se eleva. Empieza su tiki taka, sus toques a granel, ante la mayor cantidad de espacios y menor de moral madridista. En uno de esos toques Messi se escapa por el centro, logra penetrar el centro de la defensa en vertiginosa y bien perfilada carrera, que culmina en un toque sutil a la salida de Casillas, y un golazo que da la vuelta al mundo y enfila a Barcelona hacia la final de la Champions League.
Aún falta el cuarto episodio, pero se ve muy complicado para Madrid. Si se abre y busca el juego en casa de Barcelona, es probable una derrota hinchada y humillante; si sigue cerrado, parece muy complicado aspirar a un triunfo cuando se ha buscado con ardor el empate y el enfangamiento del juego. A Mourinho no le queda más que quejarse y señalar errores arbitrales del pasado, tratando de restar mérito a Guardiola en sus victorias, mientras que Pep parece recuperar el aplomo y la serenidad en sus declaraciones.